lunes, 29 de junio de 2009

Técnica argumentativa



La argumentativa es una técnica de características muy similares a la expositiva, y de la cual se distingue en que su objetivo es el de demostrar algo, comprobar una hipótesis, convencer al lector de un hecho o circunstancia determinados. Sus características son la objetividad, el análisis y el cúmulo de argumentos probatorios de lo que se pretende afirmar o negar. Las formas donde la técnica argumentativa es más aplicada son: la tesis, la hipótesis, la conferencia científica, el ensayo, el artículo periodístico y la columna de opinión, entre otras.

EJEMPLOS DE TÉCNICA ARGUMENTATIVA

Para ilustrar sobre la técnica argumentativa transcribimos un fragmento de la obra “La deshumanización del arte” de José Ortega y Gasset; y otro artículo: “Redactar” de Eugenio d’Ors, publicado en su libro “Glosas”.

“Comienza la deshumanización del arte.
Con rapidez vertiginosa el arte joven se ha disociado en una muchedumbre de direcciones e intentos divergentes. Nada es más fácil que subrayar las diferencias entre unas producciones y otras. Pero esta acentuación de lo diferencial y específico resultará vacía si antes no se determina el fondo común que variamente, a veces contradictoriamente, en todas se afirma. Ya enseñaba nuestro buen viejo Aristóteles que las cosas diferentes se diferencian en lo que se asemejan, es decir, en cierto carácter común. Porque los cuerpos tienen todos color, advertimos que los unos tienen color diferente de los otros. Las especies son precisamente especificaciones de un género y sólo las entendemos cuandolas vemos modular en formas diversas su común patrimonio.
Las diferencias particulares del arte joven me interesan mediocremente, y salvando algunas excepciones, me interesa todavía menos cada obra en singular. Pero a su vez, esta valoración mía de los nuevos productos artísticos no debe interesar a nadie. Los escritores que reducen sui inspiración a expresar su estima o desestima por las obras de arte no debían escribir. No sirven para este arduo menester. Como “clarín” decía en sus torpes dramaturgos, fuera mejor que dedicasen su esfuerzo a otras faenas; por ejemplo, a fundar una familia. ¿Qué la tienen? Pues que funden otra.
Lo importante es que existe en el mundo el hecho indubitable de una nueva sensibilidad estética. Frente a la pluralidad de direcciones especiales y de obras individuales, esa sensibilidad representa lo genérico y como el manantial de aquellas. Esto es lo que parece de algún interés definir.
Y buscando la nota más genérica y característica de la nueva producción encuentro la tendencia a deshumanizar el arte. El párrafo anterior proporciona a esta forma cierta precisión.
Si al comparar un cuadro a la manera nueva con otros de 1860 seguimos el orden más sencillo, empezaremos por confrontar los objetos que en uno y otro están representados, tal vez un hombre, una casa, una montaña. Pronto se advierte que el artista de 1860 se ha propuesto ante todo que los objetos en su cuadro tengan el mismo aire y aspecto que tienen fuera de él, cuando forman parte de la realidad vivida o humana. Es posible que, además de esto, el artista de 1860 se proponga muchas otras complicaciones estéticas; pero lo importante es notar que ha comenzado por asegurar ese parecido. Hombre, casa, montaña son, al punto, reconocidos: son nuestros viejos amigos habituales. Por el contrario en el cuadro reciente nos cuesta trabajo reconocerlos…”

“Redactar. Cierro dos o tres libros españoles de materia científica. Y me tuerce los labios cierta honda impresión de repugnancia. ¡Dios mío, cómo están redactados estos libros! ¡Que expresiones más pedestres, que confusión, que léxicos, que sintaxis! ¡Qué barbarie en todo y que ausencia de buen gusto! Por excepción hallamos en una página media docena de frases bien construidas. Y si en un capítulo damos con una página elegante y clara es por azar.
Lo más triste en todo eso es que los autores no suelen apenarse por tan grave ausencia de buen gusto; al revés, muchas veces aparentan estar satisfechos de ello. Parece que vean en la torpeza y barbarie un signo de seriedad y profundidad. “Eso no es de un escritor” dicen al sumergirse deliciosamente en los pantanos de la más triste confusión. “Eso no es de un escritor”. No, por cierto, decimos nosotros. Ni tan solo de persona bien educada. ¿En qué país del mundo se considera persona bien educada a quien carece de ortografías elementales? De hecho, el hombre de ciencia español no lee después, en la soledad, el libro de su colega. Y así, poco le importa que el estilo de tal libro sea inteligible o no. Más bien, si el estilo es elegante y claro y el libro legible, el hombre de ciencia español guarda cierto rencor al autor por lo de la competencia.
Utilísimo sería, en verdad, en estos medios propagar la máxima del enciclopedista: “la ciencia no es otra cosa que un lenguaje bien hecho”. Y cuán útil sería también que en las escuelas sobre todo, y antes de aplicarse a otros métodos novísimos, de efecto un tanto arriesgado a veces, se pasará al menos por un período de ensayo de la antigua y buena moda francesa, que consiste en dar central importancia a la educación y perfeccionamiento de la actitud de redactar. Redactar, redactar, redactar; del redactar provienen después privilegios y primicias. El secreto de la aristocracia y del predominio de la ciencia francesa, así como de su universalidad, se encuentra en un don muy suyo: en la secular y segura superioridad de redacción”.

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