lunes, 29 de junio de 2009

Fondo y Forma


Fondo y forma son dos elementos principales del estilo y por ello inseparables. Lo que se dice (fondo) y el modo de decirlo (forma) es algo íntimamente ligado. El fondo es el asunto, el tema, el contenido, las ideas, los pensamientos, los sentimientos; la forma es el vestido del fondo: el léxico, la frase, las figuras estilísticas, las imágenes y los tropos, la concepción misma.
“La forma y el fondo –explica Ortega y Gasset- son inseparables y el fondo poético fluye libérrimamente sin que quepa imponerle formas abstractas.
Pero, no obstante, hay que distinguir entre fondo y forma: no son una misma cosa. Gustavo Flaubert decía: la forma sale del fondo como el calor del fuego. La metáfora es exacta. Más exacto aún sería decir que la forma es el órgano y el fondo la función que le va creando. Hay, pues,

Tono


Según Rafael Lapesa: “mientras el estilo comprende la totalidad del elemento personal infundido en la obra literaria, el “tono” es resultado de la postura espiritual que el autor adopta frente al asunto; así puede hablarse de tono solemne, majestuoso, patético, grave, familiar, festivo, burlesco, e6tcétera. Es de capital importancia la adecuación del tono a la índole de la obra: el tono solemne aplicado a un asunto insignificante, es ridículo y solo está justificado en el humorismo; en cualquier obra literaria de tipo idealizador resulta chabacano el descenso o la familiaridad trivial; en cambio, el diálogo de una novela realista o de una comedia burguesa necesita la viva espontaneidad del habla cotidiana para no incurrir en falsa afectación”.
Hay otra explicación de Ricardo Gullón, amplía el concepto con mayores detalles: “la palabra tono, en poesía como en música, tiene una doble acepción: en primer término se refiere a la calidad del sonido y oscila entre lo apenas audible y lo estridente (metafóricamente se utiliza en pintura para señalar las variaciones –ascensos y descensos- en la intensidad y el vigor del color); en segundo lugar, se refiere a cierta modulación en las palabras que afecta a su significado e influye en la impresión que producen sobre quien las escucha o las lee. El tono revela el estado de ánimo y sobre ser uno de los signos mediante los cuales es posible determinar con más exactitud el talante del autor y la intención con que escribe, acusa sus variaciones con tanta mayor precisión cuánto sea más flexible la escala de sus cambios.
Y el tono no es tan solo el producto de la amalgama, en cada momento, de talante y estado de ánimo, de lo predominantemente temperamental y de lo circunstancial de la situación. Cada época tiene su signo, su tendencia peculiar, y esa tendencia se refleja en el tono. En el caso, por ejemplo, del poeta Antonio Machado, la presión de la época modernista le incitó a tratar temas cuya elección implicaba ya la adopción de imágenes y técnicas que en aquel momento parecían ya insustituibles… El tema del “Parque viejo”, tan frecuente en “Soledades”, impone el tono nostálgico (el ritmo lento) con que le hallamos en las páginas de esa obra, como paralelamente podemos verlo en “Jardines lejanos”, de Juan Ramón Jiménez, y en otros textos de esa época.

Superficie

La constituyen el ambiente y expresión que regulan el estilo. Suele determinarse por los fenómenos estéticos exteriores (apreciación personal, público, época, ambiente).
Es importante concebir como bello, aquello que logra agradarnos. La capacidad del redactor para descubrir los valores estéticos de las cosas y transmitirlos por medio de palabras; es lo que denominamos fenómeno estético.
La apreciación personal es la sensibilidad que nos ayuda a valorar la belleza, en la que sólo influye el estado de ánimo. La belleza también responde a una apreciación social, ya que entre los diferentes niveles y estratos de la sociedad existen gustos propios y característicos; y asimismo, en las diversas culturas se trazan parámetros diferentes de la belleza. Otro aspecto que influye es el de la moda o corrientes en boga que, cuando se prolongan por largos periodos se denominan estilo o escuela. Todas esas influencias son determinantes para definir la superficie del estilo.
En lo referente a superficie, otro factor importante lo constituyen las denominadas formas subjetivas. Estas son expresión, límite y matiz.
Por expresión entendemos la fuerza expresiva que se sustenta en la sinceridad, la claridad, la precisión y la originalidad.
Por límite se entienden los límites de lo imaginativo y de lo imitativo; y también lo referente a moralidad y arte.
Finalmente, por matiz definimos la tonalidad de estilo, el rasgo colorido y la sintonía de formas. Así también lo relativo al carácter.

Ritmo

Todo estilo debe tener su ritmo propio, condicionado a la combinación de los términos y la estructura sintáctica.
Atentan contra el ritmo la asonancia y la consonancia.
Por asonancia entendemos la tendencia que existe en algunas personas a medir los párrafos en prosa como si se tratara de una poesía; ejemplo: “una mancha de sangre, irreverente; ha cubierto las baldosas del templo. Una mancha en la honra del pecado, del sublime pecado de los sexos; de los infieles amantes de madera, que gemían protegidos por las sombras, de los árboles tristes que crecían junto a las bancas del parque viejo”.
Por lo que respecta a consonancia, este vicio es la tendencia a rimar los párrafos en prosa, igual que si se tratara de una poesía. Ejemplo: “si alguna vez te toca caminar, por sus calles mal formadas; tendrás muchas cosas que pensar, cuando te empiecen a llover pedradas…”

Variedad

Es una propiedad del estilo saber emplear los sinónimos, para evitar el uso de los mismos vocablos en expresiones similares.
Además, al hacer uso de un sinónimo, debemos procurar que se trate del más exacto para plantear aquella idea que se quiere enunciar.
Además de los sinónimos podemos hacer empleo de los epítetos, que son aquellos sustantivos en aposición, participios o adjetivos cuyo oficio en la oración no es el de calificar o determinar el nombre sino caracterizarle con precisión. Ejemplo, tomado de un párrafo de Cervantes, (los epítetos van en itálica): “las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían”.

Armonía

Por tal se entiende la grata sonaridad de las frases, por su combinación, distribución, pausas y acentos. Uno de los mayores problemas de la armonía lo constituye el “hiato”, que es la concurrencia de vocales seguidas en una misma frase, por ejemplo “va a bajar ahora”. La reiterativa presencia de la vocal “a” afecta la pronunciación de esta frase, rompiendo la armonía. Otro problema frecuente es la “cacofonía” que es el empleo repetido de consonantes o de sílabas; ejemplo: “para parecer paralítico, pasaba una muleta bajo su hombro”. En este caso el empleo cuadruplicado de la sílaba “pa” resulta inarmónico.
Debe señalarse, sin embargo, que la mayor parte de los casos, en que es afectada la armonía es cuando empleamos en un mismo período, palabras con la misma terminación. Ejemplo: “Armonía, fantasía, alegría, mía, día, diafanía, andaría, habría, asistía, vengaría, vendría, variaría, vociferaría, conducía, servía, estimaría, dormiría, etcétera”.
Es un error contra la armonía abusar del “que” que muchas veces es perfectamente sustituible por el cual y por el cuyo. Asimismo el abuso del vocablo “porque”; o el empleo excesivo de gerundios o de adverbios terminados en “mente”, máxime si se utilizan en el mismo párrafo.
Otra regla que debe cuidarse es: dar prioridad al complemento más corto, pues no debe terminarse una frase con la expresión más corta.

Estilo periodístico

A diferencia de los anteriores, el estilo periodístico tiene como primordial requisito su apego a la verdad. No es suficiente ser verosímiles, lo que puede lograrse incluso en un texto imaginativo o fantasioso. Es menester, en este caso, un apego irrestricto a la verdad.
Las características del artículo periodístico son: verdad, claridad, naturalidad, decencia, originalidad y delicadeza.
Por lo que respecta a claridad, el estilo periodístico exige el empleo de vocablos sencillos, fáciles de comprender, sin valores retóricos que puedan dar pie a la confusión. El periódico, a diferencia de la literatura, está destinado a alcanzar todos los niveles culturales, incluso el de aquellos estratos que apenas logran leer y escribir.
La naturalidad nos obliga a escribir como si estuviéramos hablando, sin manejos sintácticos complicados, ni el empleo de figuras que exijan conceptualización. Sin embargo, como en las formas anteriores de estilo, el periodístico también exige que seamos capaces no sólo de transmitir los hechos o circunstancias, sino también las emociones y sentimientos que estas generan en nosotros.
Algunos medios optan por crear manuales de estilo que dan uniformidad a sus redacciones; pero aún en estos casos, es preciso crear nuestro propio estilo; nuestras formas particulares de decir las cosas, que nos diferencien de los demás. Cabe sin embargo, aclarar que, en la estructura de los géneros periodísticos, hay algunos que son más informativos y por lo tanto más objetivos, concisos y sencillos; mientras otros tienen características