miércoles, 24 de junio de 2009

Sobre el enfoque narrativo




Sea que se refiera a la propuesta de acontecimientos reales o imaginativos; con el enfoque narrativo buscaremos el armónico encadenamiento de las ideas, planteando desde los detalles de menor interés hasta llegar a los de mayor valor. El propósito es mantener el interés en proporción creciente, a través del relato, evitando que el lector abandone la lectura, sino que por el contrario mantenga su expectación hasta el desenlace, el cual es conveniente que sea ágil y claro. Este enfoque temático tiene gran preponderancia en el cuento y la novela, aunque en dichos géneros, y principalmente en el segundo, concurran todos los aspectos de la composición literaria.
EJEMPLO: en este pasaje de “San Manuel Bueno, Mártir” de Miguel de Unamuno (1864-1936), tenemos un modelo de enfoque narrativo, aunque tratándose de un relato novelesco sea imposible su trascripción completa, de principio a desenlace; por lo que limitamos la muestra a un fragmento:
“Ahora que el obispo de la diócesis de Renada, a la que pertenece esta mi querida aldea de Valverde de Lucerna, anda, a lo que se dice, promoviendo el proceso para la beatificación de nuestro Don Manuel, o mejor San Manuel Bueno, que fue en ésta, párroco, quiero dejar aquí consignado, a modo de confesión y sólo Dios sabe, que no yo, con qué destino, todo lo que sé y recuerdo de aquel varón matriarcal que llenó toda la más entrañada vida de mi alma, que fue mi verdadero padre espiritual, el padre de mi espíritu, del mío, el de Ángela Carballino.
Al otro, a mi padre carnal y temporal, apenas si lo conocí, pues se me murió siendo yo muy niña. Se que había llegado de forastero a nuestra Valverde de Lucerna, que aquí arraigó al casarse aquí con mi madre. Trajo consigo unos cuantos libros, el “Quijote”, obras de teatro clásico, algunas noveleas, historias, el “Bertoldo”, todo revuelto, y de esos libros, los únicos casi había en toda la ladea, devoré yo ensueños siendo niña. Mi buena madre apenas si me contaba hechos o dichos de mi padre. Los de Don Manuel, a quien, como todo el pueblo, adoraba, de quien estaba enamorada –claro que castizamente-, le habían borrado el recuerdo de los de su marido. A quien encomendaba a Dios, y fervorosamente, cada día al rezar el rosario.
De nuestro Don Manuel me acuerdo como si fuera cosa de ayer, siendo yo niña, a mis diez años, antes de que me llevaran al Colegio de Religiosas de la ciudad catedralicia de Renada. Tendría él, nuestro santo, entonces unos treinta y siete años. Era alto, delgado, erguido, llevaba la cabeza como nuestra Peña del Buitre lleva su cresta, y había en sus ojos toda la hondura azul de nuestro lago…”

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