miércoles, 24 de junio de 2009

Acerca del enfoque descriptivo


Mediante el enfoque descriptivo hemos de retratar por medio de palabras, las cosas, los animales, los paisajes, ls poblaciones, las personas –sean reales o imaginarias- con sus cualidades físicas y espirituales. Para efectos descriptivos podemos disponer de figuras estilísticas de pensamiento como lo son:
a) Prosopografía, descripción externa o física de una persona o animal.
b) Etopeya, que describe las cualidades morales o espirituales de una persona.
c) Retrato, que supone la fusión de la prosopografía y la etopeya, es decir que describe lo físico y lo moral a un mismo tiempo.
d) Topografía, que es la descripción detallada de paisajes o lugares.
e) Paralelo, que es la descripción de una persona u objeto en comparación con otra.
f) Enumeración, que es una descripción rápida y breve de objetos, ideas o partes de un todo, destacando o no las cualidades individuales.
Es necesario tener en cuenta que para la descripción deben procurarse las palabras más exactas que describan los rasgos y plasmen las imágenes más vivas, para que el lector pueda construir imaginativamente el retrato más exacto de lo descrito.
EJEMPLO: en este fragmento de “Una ciudad y un balcón”, tomado de la obra “Castilla” de José Martínez Ruiz “Azorín” (1873-1967), podemos formarnos una imagen muy clara del paisaje castellano descrito. Puede decirse que se trata de una pintura –en palabras- de colores vivos e imágenes con alma.
“Entremos en la catedral; flamante, blanca, acabada de hacer está. En un ángulo, junto a la capilla en que se venera la imagen de la virgen de la Quinta Angustia, se halla la puertecilla del campanario. Subamos a la torre; desde lo alto se divisa la ciudad toda y la campiña. Tenemos un maravilloso, mágico catalejo: descubrimos con él hasta los detalles más diminutos. Dirijámoslo hacia la lejanía: allá, por los confines del horizonte, sobre unos lomazos redondos, ha aparecido una manchita negra; se remueve, levanta una leve polvareda, avanza. Un tropel de escuderos, lacayos y pajes es, que acompaña a un noble señor. El caballero marcha en el centro de su servidumbre; ondean al viento las plumas multicolores de su sombrero; brilla el puño de la espada; fulge sobre su pecho una firmeza de oro. Vienen todos a la ciudad; bajan ahora las colinas y entran en la vega. Cruza la vega un río: sus aguas son rojizas y lentas; ya sesga en suaves meandros; ya se embarranca en hondas hoces. Crecen los árboles tupidos en el llano. La arboleda se ensancha y asciende por las alturas inmediatas. Una ancha vereda –parda entre la verdura- parte de la ciudad y sube por la empinada montaña de allá lejos. Esa vereda lleva los rebaños del pueblo, cuando declina el otoño, hacia las cálidas tierras de Extremadura. Ahora las mesetas vecinas, la llanada de la vega, los alcores que bordean el río, están llenos de blancos carneros que sobre las pedrerías forman como grandes copos de nieve…”

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